¿Qué decimos cuando observamos que alguien lidera?

Por Mauricio Ledezma

Acá estoy escribiendo mi primer blog, intentando huir de temores, soltando mi sentido del pudor y con timidez arrojándome a un camino de dudas, pensamientos y asombros que quiero compartir. Trataré de hacerlo respetuosamente, pensando en la persona que lee desde un sentir/pensar diferente, tan válido y legítimo como el mío.

 

Soy ingeniero bioquímico de profesión y profesor de vocación. He transitado en el mundo de la ingeniería en mis inicios, luego el empresarial, después en espacios académicos en escuelas de negocios y últimamente de aprendiz como emprendedor social.
En este tránsito he transformado mi observar de ideas, conceptos y propuestas que repetí sin mucha reflexión – y también sin convicción – en mis proyectos y clases: Los peligros de la zona de confort, la importancia de un buen líder, la orientación hacia los resultados, el enfoque en la productividad, lo determinante de ser convincente, entre otras, que me aparecían en el automático, casi como axiomas irrefutables en el éxito empresarial. Hoy quiero compartir mis reflexiones sobre la idea de Liderazgo, sobre todo por las circunstancias actuales del mundo en el que vivimos, intentado responder a la pregunta ¿Qué decimos cuando observamos que alguien lidera?.

Las nociones sobre liderazgo han ido cambiando en el transcurso de los años y muchos estudiosos e investigadores de diversas disciplinas han ido aportando sus nociones y vivencias. Durante la segunda mitad del siglo XX se asumió que el líder era una persona con habilidades, competencias y/o capacidades superiores a las de los demás; en tal sentido, se creía que el líder era el encargado de definir el norte estratégico colectivo, identificar las potencialidades de los individuos y facilitar el desarrollo de las mismas en coherencia con aquel norte estratégico. Se asumía y aún se cree que un buen líder es quien hace crecer al liderado. Es más, se dice que un buen líder es aquel que hace que las cosas sucedan. ¿Dónde queda el concurso del liderado en estas afirmaciones?, ¿Es posible afirmar que un suceder tenga como fundamento un único actuar, como una especie de caudillismo mágico? ¿Podemos afirmar que la invasión militar a Ucrania pasa solo por la decisión de un líder?

 

Distintos autores caracterizan la situación de violencia y negación que vivimos en muchos ámbitos de nuestro acontecer a partir de la crisis de confianza en los líderes en múltiples dimensiones.

En coherencia con lo anterior, las aproximaciones contemporáneas de la academia al fenómeno se concentran en la ética y los valores de los líderes como factores claves en la estructuración de la confianza en las organizaciones, y a partir de aquí se presentan los conceptos del líder ético o el líder auténtico. Sin embargo, en estas propuestas se asume que una postura ética y auténtica en el líder favorece los “haceres” éticos y auténticos en los liderados; y se desconoce así que la crisis de confianza corresponde a las dinámicas propias del sistema cultural y no simplemente al actuar aislado de sus individuos.

En la propuesta contemporánea del Liderazgo adaptativo de Grashow, Heifetz y Linsky, ya hay un reconocimiento de que el entorno es cambiante y que requiere un diagnóstico permanente. Incluso el entorno cambiante es entendido como un sistema y por lo tanto no se reduce el rol del liderado a un sujeto dirigido por el líder. Pero a pesar de esto, se sigue proponiendo que el líder realiza un ejercicio de adaptación en el entorno voluntario y dirigido basado en una lectura de la realidad y del futuro deseable. En tanto hace esto, se auto-comprende como independiente del sistema, como una capacidad de observación más amplia que los demás, con todo el empoderamiento que caracteriza las teorías de liderazgo centradas en los sujetos.

 

Los estudios que se han centrado en el liderazgo como una característica de los sujetos desconocen la condición relacional del fenómeno. Incluso las propuestas del liderazgo situacional, adaptativo o emergente se centran en el sujeto, en la medida en que asumen que éste tiene las habilidades para interpretar mejor las condiciones de sus “liderados” o del entorno, y pretenden por lo tanto fortalecer las habilidades para interpretar/mejorar la situación; es decir, para leer adecuadamente al entorno y adaptarse exitosamente.

 

Respecto a lo anterior, consideramos que estas posturas se fundamentan en dos supuestos cuestionables. El primero de ellos, que es posible hacer una lectura adecuada y suficiente sobre el otro o sobre el entorno, independientemente del observador y su historia. El segundo, que se puede responder adecuada y exitosamente a los cambios de entorno (adaptarse), asumiendo que la trayectoria de cambio del macro-sistema se puede determinar a priori en un paso a paso que pone la mirada en el futuro.

Desde nuestro observar, el liderazgo es un fenómeno relacional, circunscrito a contextos o situaciones específicas; esto quiere decir que no se puede explicar a partir de lo que A o B son, sino desde una comprensión compleja y dinámica (siempre dependiente del observador) de lo que le ocurre a A en relación con B y viceversa. A pesar de múltiples esfuerzos investigativos y teóricos, no se puede encontrar -dentro de las características de los individuos- algo así como un “ser líder” o “ser liderado”. Estos apelativos hacen referencia, no a un rasgo de la personalidad, sino a un tipo de convivencia propia de cierta relación entre personas, que desde cierto observar se distingue como liderazgo.

 

Sin embargo, es común encontrar en nuestro lenguaje cotidiano situaciones en las cuales como observadores asignamos ciertos atributos que distinguimos del hacer de un líder a comportamientos de animales e insectos; “Aquel orangután es el líder de la manada” o “aquella abeja es la reina”, asumiéndolo como un hecho natural e incuestionable, sin darse cuenta de que aquellos atributos observados tienen un origen cultural de quien observa y no natural del animal observado. La abeja actúa como abeja, quien
la corona es el observador desde su cultura.

Por lo tanto ¿Qué distinguimos y qué observamos en la convivencia cuando decimos que alguien lidera?. ¿Por qué necesitamos casi con urgencia la aparición de “buenos lideres”? ..Parece que hay mucho de nuestra cultura y paradigmas ahí.

Particularmente en nuestra fundación pensamos que la palabra Liderazgo tiene una carga cultural grande, que evoca al ego, que
sobrevalora el actuar de una persona en un rol de mayor responsabilidad, que oculta la importancia de lo invisible a simple vista y del silencio en el sonido. En una composición musical es tan importante la nota que alcanza el solo de violín como el silencio que permite que éste realce la belleza de su sonido en el contraste del vacío.

Siempre que hay un espacio relacional basado en la confianza y el respeto mutuo, aparece la colaboración y se desintegra el liderazgo…¿Observamos un líder en la pareja que comparte el cuidado de sus hijos? ¿Por qué sí distinguimos con mayor facilidad un liderazgo en la familia? ¿Desde dónde añoramos el liderazgo en el ámbito empresarial? ¿Qué diferencias hay entre un dominio relacional y otro?

Me gustaría pensar que vivimos en una era en donde caminamos hacia la consciencia de nuestros actos y sus consecuencias, y aquello nos entrega responsabilidad.
Una era en donde las conversaciones nos invitan a observamos en el presente como seres que actuamos en coherencia con lo que nos ocurre, de manera que es posible darnos cuenta de cómo se configuran y reconfiguran nuestras expectativas y deseos continuamente, y eso nos regala libertad.
Una era en que ya no nos entendemos como parte de un mundo, sino que nos sentimos partícipes de un mundo que construimos, y eso nos posibilita un actuar ético. Cuando nos encontramos conviviendo de esta manera, transformamos nuestra existencia y nuestro acoplamiento con el cosmos, surge el respeto, aparecen espacios de confianza y actuamos en autonomía… y en ese convivir, al liderazgo le llamamos colaboración!

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